Tengo cierta experiencia con eventos y conferencias. Durante los últimos 15 años, he organizado conferencias nacionales e internacionales como Material Fest, Lambda World, Scala Days y LX Scala; eventos online como Scala Days Online y ScalaBase; y numerosos meetups en diferentes ciudades y he asistido a muchos eventos por distintos paises y ciudades.
Pero nunca he visto algo como lo que TRG consigue en cada edición.
He sido asistente de esta conferencia durante años—desde cuando todavía se llamaba Tarugo Conf. Para hacer un TL;DR, es una conferencia creada por David Bonilla para canalizar el engagement generado por su newsletter, La Bonilista. Lo que empezó con unos cientos de asistentes, hoy reúne a más de mil personas.
Pero este artículo no va de cifras. Va sobre algo que percibo cada vez que asisto, y que en esta última edición quedó más claro que nunca: el amor que David y su equipo invierten en cada pequeño detalle del evento.
Déjame compartirte algo: organizar una conferencia no es precisamente un paseo por el parque. Conozco de sobra el ir y venir, el estrés constante, las horas de sueño que te quita y los hilos invisibles que hay que mover. Y aunque tengas las mejores intenciones, es raro encontrar el nivel de inversión emocional que hace que el esfuerzo valga la pena desde una perspectiva estrictamente de ROI empresarial. Para entender el verdadero valor de estos eventos, necesitas aplicar un marco emocional—uno que considere lo que te llevas más allá de los márgenes de beneficio.
Y de eso va este texto: del marco emocional que transforma un evento en algo verdaderamente especial.
Una vez cubierto el objetivo básico de un evento—llegar al punto de equilibrio—quedan dos posibles caminos: el empresarial o el comunitario.
El camino comunitario es donde está mi corazón. Todas las conferencias que he organizado con 47 Degrees han seguido esa filosofía. Es inmensamente gratificante a nivel emocional, pero, créeme, no es fácil. Cada nuevo elemento que añades a un evento se siente como apilar otro plato, o una pieza en una torre de Jenga tambaleante. En cualquier momento, todo podría desmoronarse.
Por eso, cada vez que veo algo en una conferencia que va más allá de lo esencial, mentalmente lo etiqueto con un sello de “Respeto”.
Y ¡madre mía! TRG está repleto de ellos. Desde la comida gallega servida en Madrid, hasta los regalos de bienvenida (¡juegos de mesa para la familia!), pasando por la apertura con un tráiler cinematográfico y un DeLorean, y terminando con una banda de rock donde el propio David cantaba junto a los voluntarios.
Esta, justo aquí, es la magia de la comunidad: la libertad de soñar y ejecutar las ideas más creativas. No se trata solo de organizar un evento—se trata de crear una experiencia.
Así que, brindemos por los eventos hechos con amor. Por los detalles “innecesarios”. Porque si algo he aprendido en este juego, es que esos detalles son los que crean acciones. Son las primeras piezas del dominó que caen, desencadenando cadenas de inspiración y acción que nadie puede prever.
Gracias a cada organizador que sacrifica horas de sueño, asume estrés y pone su corazón en crear momentos mágicos. No por el beneficio, sino por la simple alegría de crear algo extraordinario y reunir a las personas.